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viernes, 29 de noviembre de 2013

Bronquitis

 La bronquitis, es una inflamación aguda o crónica del árbol bronquial. Los bronquios son tubos de calibre grueso situados en el interior de los pulmones en comunicación con la tráquea, y encargados de conducir el aire a conductos de menor diámetro (bronquiolos) dentro de los pulmones.

La bronquitis aguda se caracteriza por fiebre, dolor torácico, tos y expectoración mucoide a las vías altas del tracto respiratorio. La bronquitis aguda puede ser infecciosa (producida por una infección viral o bacteriana), o irritativa (producida por la inhalación de polvo o vapores irritantes). La bronquitis aguda puede propagarse a territorios más terminales del árbol bronquial, produciéndose una neumonía lobar o bronquial. La bronquitis crónica es una enfermedad de larga evolución que puede deberse a episodios repetidos de bronquitis aguda. Es una de las formas de EPOC (como ya hemos dicho en entradas anteriores).


Sus síntomas son tos y expectoración al menos durante tres meses al año durante dos años consecutivos, así como cuadros inflamatorios y degenerativos en el árbol bronquial.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Enfisema Pulmonar

El enfisema, es una enfermedad respiratoria producida por la pérdida de elasticidad del tejido pulmonar. Constituye una de las dos manifestaciones clínicas de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (de la cual ya hemos hablado en la entrada anterior). Sus principales síntomas son disnea, tos y sibilancias. La disnea es progresiva, llegando a ser incapacitante, y la enfermedad acaba produciendo la muerte. La base patológica se encuentra en la pérdida de elasticidad del tejido pulmonar y bronquial por degeneración progresiva; otros factores patogénicos son el espasmo bronquial, las infecciones de repetición y la irritación de la mucosa bronquial por agentes externos. Las bronquitis agudas de repetición y el asma también son factores agravantes. Dada su incidencia, morbilidad y mortalidad es uno de los mayores problemas de la salud pública actual.

Lo que ocurre en esta enfermedad es que se produce una pérdida progresiva de elasticidad, que hace disminuir el diámetro de los bronquios y bronquiolos de entrada y salida a los pulmones, dificultando así la salida de aire y quedando éste retenido. La pérdida de elasticidad también afecta al tejido pulmonar; aumenta de forma progresiva la dilatación de los alvéolos y sacos alveolares, lo que favorece la retención de aire. Esta retención creciente produce una disminución del volumen eficaz del aire inspirado y espirado. Los pulmones aumentan de tamaño y se acaba produciendo el característico “tórax en barril”. Las alteraciones del árbol bronquial desencadenan síntomas similares a los del resfriado común o a los del asma. Los pulmones llegan a ser insuficientes para proporcionar a la sangre el oxígeno necesario para los tejidos corporales; para compensarlo el corazón aumenta su frecuencia y fuerza su ritmo de trabajo. El exceso de dióxido de carbono en la sangre confiere un color azulado (bronquitis) o rosáceo (enfisema) a la piel del paciente.


El deterioro pulmonar del enfisema es permanente e irreversible, pero se pueden tratar sus síntomas y conseguir un cierto aumento de la capacidad respiratoria. La abstención absoluta de fumar es esencial, y el cambio de trabajo o residencia son necesarios si la contaminación atmosférica agrava la situación. Deben indicarse broncodilatadores, fisioterapia respiratoria y antibióticos profilácticos. La terapia suele tener éxito cuando se inicia en las etapas iniciales de la enfermedad.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

EPOC

La enfermedad pulmonar obstructiva crónica o EPOC es una de las enfermedades más comunes que causa dificultad para respirar. Existen principales formas de EPOC;  la bronquitis crónica y el enfisema (de las cuales hablaremos en posteriores entradas).

La principal causa de EPOC es el tabaquismo ya que las personas fumadoras tienen una gran probabilidad de desarrollar esta enfermedad, pero no solo los fumadores activos padecen esta enfermedad, sino que los fumadores pasivos también son susceptibles de padecerla, ya que están expuestos (de forma indirecta) al humo del cigarrillo. También existen otras muchas causas como son por ejemplo la exposición a altas concentraciones de gases contaminantes o el uso frecuente de gas para cocinar sin la ventilación apropiada.

Esta enfermedad se caracteriza por un bloqueo persistente del flujo de aire. Se trata de una enfermedad subdiagnosticada y potencialmente mortal que altera la respiración normal y no es totalmente reversible. Los principales síntomas de esta enfermedad es una tos con o sin flema, fatiga, muchas infecciones respiratorias, disnea que empeora con actividad leve, dificultad para tomar aire y sibilancias. Los síntomas del EPOC se presentan lentamente por lo que es posible que algunas personas desconozcan que están enfermas, por ejemplo  en España hay registradas actualmente 2.185.764 personas con EPOC, aunque el 73% de los pacientes no están diagnosticados.
 
La mejor prueba para diagnosticar esta enfermedad es la espirometría, esta prueba es muy simple y consiste en soplar con tanta fuerza como uno pueda dentro de una pequeña máquina (como la que se observa en la imagen) que evalúa la capacidad pulmonar. Esta prueba es muy ventajosa ya que no son necesarias muestras de sangre ni de ningún tipo de muestra biológica.




Os dejo un video que hace un breve resumen de todo lo que os he dicho antes.



Sobre el EPOC también debemos remarcar que es responsable de tres de cada diez hospitalizaciones en ancianos y en España supone 18000 muertes cada año. A pesar de ello el estudio CONOCEPOC, (elaborado por la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Toracica) muestra que solo el 17% de los españoles sabe lo que es el EPOC.

martes, 26 de noviembre de 2013

Insuficiencia Respiratoria

La insuficiencia respiratoria, es un trastorno caracterizado por una incapacidad del sistema cardiorespiratorio para mantener un intercambio adecuado de oxígeno y dióxido de carbono en los pulmones.
La insuficiencia respiratoria puede ser aguda o crónica. La forma aguda se instaura de una forma brusca y ocurre en el seno de distintas patologías, como en el transcurso de una neumonía o de un ataque de asma (de las cuales ya hablamos anteriormente), en las que se ve alterada la oxigenación de la sangre, o en el transcurso de otras enfermedades en las que lo que se altera es la ventilación pulmonar, como puede ocurrir en la poliomielitis o en enfermedades del sistema nervioso central. La forma crónica ocurre fundamentalmente en la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) en la que existe una elevación mantenida del dióxido de carbono.
Esta enfermedad es diagnosticada a través de la realización de una gasometría arterial, esta prueba consiste en la medición de la cantidad de oxígeno y de dióxido de carbono presente en la sangre. Se realiza mediante la punción de una arteria y la extracción de sangre de la misma. En la imagen de abajo se ilustra lo que acabamos de explicar.




Signos y síntomas
Las manifestaciones clínicas de este trastorno son la cianosis periférica, debida a la escasa oxigenación de la sangre; la presencia de taquipnea o frecuencia respiratoria acelerada; el tiraje intercostal y la presencia de disnea o episodios de apnea. Además pueden existir síntomas nerviosos, cardiovasculares y de tipo digestivo, entre otros.

Tratamiento

El tratamiento consiste en suministrar oxígeno al paciente así como en solucionar el trastorno que provoca la oxigenación deficiente, como el tratamiento con antibióticos de una neumonía.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Asma

El asma es una enfermedad respiratoria en la que el espasmo y la constricción de los bronquios y la inflamación de su mucosa limita el paso del aire, con la consiguiente dificultad respiratoria. Este estrechamiento de las vías respiratorias es típicamente temporal y reversible, pero en ataques severos de asma puede provocar incluso la muerte.
El asma afecta tanto a mujeres como a hombres de todas las edades y grupos étnicos y de los distintos niveles socioeconómicos, aunque es más frecuente, por causas que todavía se desconocen, en zonas urbanas deprimidas económicamente, en climas fríos y en países industrializados.

El ataque asmático
El ataque asmático se produce cuando los bronquios y bronquiolos se inflaman, reduciendo el espacio por el que el aire pasa hasta llegar a los pulmones.
La inflamación de las vías respiratorias comienza cuando una sustancia irritante, por ejemplo el humo de un cigarrillo, se pone en contacto con la pared de las vías respiratorias. Esta sustancia desencadena la activación del sistema inmunológico del organismo que envía unas células especializadas, llamadas mastocitos, a la zona que sufre la irritación. Estas células liberan histamina, lo que origina una inflamación localizada y una vasodilatación. Todo este proceso se conoce con el nombre de respuesta inflamatoria. La histamina puede causar un broncoespasmo, lo que provoca una dificultad mayor al paso del aire por las vías respiratorias. Asimismo, se favorece la producción de moco que obstruye aun más las vías, lo que origina ataques de tos y disnea.

Una crisis típica empieza con tos, estornudos, y respiración entrecortada, aunque ciertos individuos sólo desarrollan una tos seca. Incluso sin tratamiento, el ataque suele ceder en unas pocas horas; la tos se hace más húmeda y se empieza a expectorar grandes cantidades de moco. Las crisis pueden repetirse en horas o días, o permanecer ausentes durante meses o incluso años. La frecuencia y gravedad de los síntomas asmáticos varía mucho de una persona a otra; en algunos niños con asma los ataques desaparecen al alcanzar la edad adulta.

Causas
Muchos ataques asmáticos se deben a una hiperreactividad de las vías respiratorias que se produce cuando bronquios y bronquiolos entran en contacto con diversos agentes medioambientales o estímulos fisiológicos.
El ataque de asma se debe, generalmente, a la inhalación de partículas muy pequeñas que transportadas con el aire entran en contacto con los pulmones. Muchas veces se trata de alergénos de procedencia natural como el polen, el polvo o pelos y restos de piel de animales que producen una respuesta exagerada del sistema inmune.

Tratamiento
Las crisis asmáticas se pueden tratar o prevenir con varios fármacos. El tratamiento habitual es la inhalación de preparados broncodilatadores, como salmeterol o terbutalina, que proporcionan alivio en pocos minutos. Las crisis graves que no responden a estos preparados específicos suelen precisar tratamiento con corticoides.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Neumonía

Neumonía, es un término aplicado a cualquiera de las cerca de 50 enfermedades inflamatorias diferentes de los pulmones, caracterizadas por la formación de un exudado fibrinoso en los pulmones. La neumonía puede estar causada por bacterias, virus, micoplasma, hongos, protozoos, o por la aspiración del vómito. Vamos a profundizar un poco más en algunas de estas causas de neumonía.

Neumonía bacteriana
Antes de la introducción de los antibióticos, la causa más frecuente de muerte en adultos era la neumonía lobar, infección aguda causada por el neumococo, una bacteria conocida con el nombre de Streptococcus pneumoniae. La neumonía lobar por neumococo suele producirse en invierno, después de una infección viral aguda del tracto respiratorio superior. Los síntomas comienzan con un escalofrío intenso, por lo general único, seguido de fiebre de unos 40 °C, dolor torácico con la respiración, tos, y esputo sanguinolento. El neumococo suele afectar a un lóbulo completo o a una parte de un lóbulo pulmonar; en la neumonía doble el microorganismo afecta a ambos pulmones.
El tratamiento precoz con penicilina cura la neumonía neumocócica en unos pocos días. En 1977 se autorizó una vacuna que proporcionaba inmunidad contra las formas más virulentas de neumococo. En la actualidad se administra sobre todo a personas con edad superior a los cincuenta años o a quienes padecen una enfermedad cardiaca, pulmonar o hepática crónica.
La mayor parte de las otras neumonías bacterianas son bronconeumonías, se diferencian de la neumonía lobar en que afectan a las regiones pulmonares próximas a los bronquiolos. Los neumococos producen a veces bronconeumonías, así como microorganismos como Klebsiella pneumoniae, Haemophilus influenzae, o varias cepas de estafilococos y estreptococos. El inicio de una bronconeumonía es más lento que el de la neumonía lobar, y la fiebre no se eleva tanto. En 1976 los científicos identificaron otra forma más de neumonía bacteriana denominada enfermedad del legionario, causada por Legionella pneumophila. La mayor parte de las neumonías bacterianas se tratan de forma eficaz con antibióticos.

Neumonía viral
La neumonía puede estar causada por muchos tipos diferentes de virus, incluyendo los responsables de las infecciones del tracto respiratorio superior, como virus influenza, adenovirus y rinovirus. La mayoría de los casos de neumonía que se identifican hoy son de origen viral; por lo general son leves y se resuelven de forma espontánea sin tratamiento específico.

Neumonía por microplasma
 Un tipo habitual de neumonía, la neumonía atípica primaria, es causada por Mycoplasma pneumoniae, un organismo procariótico pequeño que no es una bacteria ni un virus. Las epidemias por micoplasma se producen principalmente en las escuelas. La enfermedad se suele resolver de forma espontánea, aunque el tratamiento con antibióticos puede ser útil.

Neumonía por Pneumocystis carinii
La neumonía debida a Pneumocystis carinii, un protozoo por lo general inofensivo, es la causa más frecuente de muerte en las personas afectadas por el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA). Esta neumonía puede afectar también a pacientes con leucemia o a quienes sufren un trastorno de la respuesta inmune.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Tuberculosis

Vamos a comenzar a tratar las diferentes enfermedades que puedes afectar al aparato respiratorio. Comenzaremos hablando de la tuberculosis, para comenza explicaremos que es, como se transmite y como se detecta si una persona padece tuberculosis.

La tuberculosis, es una enfermedad infecciosa aguda o crónica producida por el bacilo Mycobacterium tuberculosis, que puede afectar a cualquier tejido del organismo pero que se suele localizar en los pulmones. El nombre de tuberculosis deriva de la formación de unas estructuras celulares características denominadas tuberculomas, donde los bacilos quedan encerrados.

Transmisión de la tuberculosis
Los bacilos de la tuberculosis son transmitidos por el esputo, bien en gotitas suspendidas en el aire o por partículas de polvo y rara vez por excrementos o alimentos. A diferencia de otras enfermedades infecciosas, la tuberculosis no tiene un periodo de incubación específico. Un episodio único no confiere inmunidad duradera. El bacilo puede permanecer latente en el organismo durante un largo periodo, hasta que una disminución de las defensas le da la oportunidad de multiplicarse y producir los síntomas de la enfermedad. Aunque una tercera parte de la población mundial es portadora de bacilos tuberculosos, la enfermedad se desarrolla en un porcentaje pequeño de personas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que, si el control de la enfermedad no mejora, entre el 2002 y el 2020, alrededor de 1.000 millones de personas en el mundo se infectarán, 150 millones contraerán la enfermedad y 36 millones morirán como consecuencia de la tuberculosis. Anualmente esta enfermedad es responsable de la muerte de 2 millones de personas (incluidas las personas infectadas con el VIH); las regiones más afectadas son el África subsahariana, el sureste de Asia y la Europa del Este.

Detección y tratamiento de la tuberculosis.
La radiografía simple de tórax es un método de exploración selectiva de la población para evidenciar la tuberculosis pulmonar. Aunque la radiografía suele demostrar la presencia de una lesión pulmonar, la confirmación de su etiología requiere otras pruebas. La prueba de la tuberculina (o mantoux), consiste en inyectar subcutáneamente una proteína obtenida de cultivos de bacilos de la tuberculosis. Una reacción cutánea positiva indica la presencia de tuberculosis, bien activa o inactiva. El diagnóstico de la enfermedad activa se realiza mediante el aislamiento de los bacilos de la tuberculosis en el esputo.
En las fases tempranas no suelen existir síntomas. Los síntomas comunes a todas las formas de tuberculosis en fase avanzada suelen incluir fiebre, fatiga, sudoración nocturna, pérdida de apetito y pérdida de peso. En la tuberculosis pulmonar estos síntomas se acompañan de trastornos respiratorios como tos, dolor torácico y esputos sanguinolentos. Con frecuencia es necesaria la hospitalización durante la primera fase del tratamiento pero una vez que la enfermedad está bajo control, el paciente puede volver a su actividad normal. El tratamiento completo dura entre seis meses y dos años.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Fisiología del aparato respiratorio

La respiración, es un proceso fisiológico por el cual los organismos vivos toman oxígeno del medio circundante y desprenden dióxido de carbono. El término respiración se utiliza también para el proceso de liberación de energía por parte de las células, procedente de la combustión de moléculas como los hidratos de carbono y las grasas. El dióxido de carbono y el agua son los productos que rinde este proceso, llamado respiración celular, para distinguirlo del proceso fisiológico global de la respiración. La respiración celular es similar en la mayoría de los organismos, desde los unicelulares, como la ameba y el paramecio, hasta los organismos superiores

El pigmento respiratorio más común es la hemoglobina, que está presente en la sangre de casi todos los mamíferos. Es una proteína globulina con un grupo hemo y un ion hierro. 
La propiedad más importante de los pigmentos respiratorios es la afinidad que poseen por el oxígeno. La hemoglobina forma una combinación química reversible con el oxígeno cuando está en contacto con un medio rico en este gas, como es la atmósfera. Este contacto tiene lugar en los pulmones. La hemoglobina en combinación con el oxígeno (la oxihemoglobina) es más ácida y, en consecuencia, provoca la disociación de los iones bicarbonato y carbonato de sodio del plasma sanguíneo. Cuando la sangre oxigenada (rica en oxihemoglobina) llega a los tejidos, el balance de oxígeno se invierte y la hemoglobina libera oxígeno. Al volverse más básica, provoca la liberación de iones sodio que se combinan con el dióxido de carbono procedente de los tejidos para formar bicarbonato de sodio. La respiración externa es el intercambio de gases entre la sangre y el exterior, y la respiración interna es el intercambio de gases entre la sangre y los tejidos.

En los seres humanos, los pulmones se localizan en el interior del tórax. Las costillas forman la caja torácica, que está delimitada en su base por el diafragma. Las costillas se inclinan hacia adelante y hacia abajo cuando se elevan por la acción del músculo intercostal, provocando un aumento del volumen de la cavidad torácica. El volumen del tórax también aumenta por la contracción hacia abajo de los músculos del diafragma. En el interior del tórax, los pulmones se mantienen próximos a las paredes de la caja torácica sin colapsarse, debido a la presión que existe en su interior. Cuando el tórax se expande, los pulmones comienzan a llenarse de aire durante la inspiración. La relajación de los músculos tensados del tórax permite que éstos vuelvan a su estado natural contraído, forzando al aire a salir de los pulmones. Se inhalan y se exhalan más de 500 cc de aire en cada respiración; a esta cantidad se denomina volumen de aire corriente o de ventilación pulmonar. Aún se pueden inhalar 3.300 cc más de aire adicional con una inspiración forzada, cantidad que se denomina volumen de reserva inspiratoria. Una vez expulsado este mismo volumen, aún se pueden exhalar 1.000 cc, con una espiración forzada, cantidad llamada volumen de reserva espiratoria. La suma de estas tres cantidades se llama capacidad vital. Además, en los pulmones siempre quedan 1.200 cc de aire que no pueden salir, que se denomina volumen de aire residual o alveolar.

El correcto funcionamiento de este sistema es fundamental, ya que por ejemplo, un fallo circulatorio puede provocar anoxia en los tejidos del cuerpo cuando el volumen circulatorio es inadecuado o cuando la capacidad de transporte de oxígeno está alterada pudiendo provocar diversas patologías (de las que hablaremos en posteriores entradas) entre las cuales encontramos, Asma bronquial; Síndrome de descompresión rápida; Bronquitis; Resfriado común; Difteria; Gripe; Pleuresía; Neumonía; Tuberculosis.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Anatomía del aparato respiratorio

Para comenzar con el aparato respiratorio haremos una pequeña introducción acerca de su anatomía ya que es imprescindible conocerla para poder comprender lo que ocurre en cada enfermedad.

El aparato respiratorio se encuentra en el tórax y lo podemos dividir en dos partes:
   -  Porción conductora
   -  Porción respiratoria

La porción conductora está constituida por aquellos conductos que llevan aire. Son: la cavidad nasal y senos paranasales, la boca, la nasofaringe, la faringe, la laringe, la tráquea, los bronquios primarios que son dos, uno derecho y uno izquierdo, los bronquios secundarios, los bronquiolos y los bronquios terminales

La porción respiratoria es aquella que está formada por los bronquiolos respiratorios, los conductos y sacos alveolares y los alveolos. Además existen varios músculos esqueléticos que participa en la respiración.

Los pulmones de los humanos son rojizos y de forma piramidal y ocupan gran parte de la cavidad torácica. No son simétricos por completo, en el pulmón derecho se distinguen tres lóbulos y en el izquierdo dos, el cual presenta una cavidad donde se alberga el corazón. En el medio de cada uno de ellos está la raíz del pulmón, que une el pulmón al mediastino o porción central del pecho. La raíz está constituida por las dos membranas de la pleura, los bronquios, las venas y las arterias pulmonares. Los bronquios arrancan de los pulmones y se dividen y subdividen hasta terminar en el lobulillo, la unidad anatómica y funcional de los pulmones. Las arterias y las venas pulmonares acompañan a los bronquios en su ramificación progresiva hasta convertirse en finas arteriolas y vénulas de los lobulillos, y éstas a su vez en una red de capilares que forman las paredes de los alveolos pulmonares. Los nervios del plexo pulmonar y los vasos linfáticos se distribuyen también de la misma manera. En el lobulillo, los bronquiolos se dividen hasta formar los bronquiolos terminales, que se abren al atrio o conducto alveolar. Cada atrio se divide a su vez en sacos alveolares, y éstos en alveolos.

Los principales centros nerviosos que controlan el ritmo y la intensidad de la respiración están en el bulbo raquídeo (o médula oblongada) y en la protuberancia anular (o puente de Varolio) del tronco encefálico. Las células de este núcleo son sensibles a la acidez de la sangre que depende de la concentración de dióxido de carbono en el plasma sanguíneo. Cuando la acidez de la sangre es alta, se debe, en general, a un exceso de este gas en disolución; en este caso, el centro respiratorio estimula a los músculos respiratorios para que aumenten su actividad. Cuando la concentración de dióxido de carbono es baja, la respiración se ralentiza.