domingo, 15 de diciembre de 2013

ACV o accidente cerebrovascular

El termino de accidente cerebrovascular es empleado como sinónimo del ictus. Caracterizado por un problema neurológico ocasionado por una disminución importante del flujo sanguíneo cerebral de una forma que podemos considerar como brusca (sistémico) o bien, por la hemorragia causada por la rotura de un vaso cerebral (hemorrágico).

A nivel de salud pública, las enfermedades cerebrovasculares constituyen, en la actualidad, uno de los problemas más importante. Son la tercera causa de muerte en el mundo occidental, la primera causa de invalidez permanente entre las personas adultas y una de las principales causas de déficit neurológico en el anciano. 

A pesar de esto, se ha demostrado que el ACV en niños de 0 a 14 años son los que poseen una mayor facilidad de recuperación, debido a que tienen cerebro todavía flexible y joven.

El daño a nivel cerebral se considera una rotura o interrupción en la vida del paciente y, por su elevado coste sociosanitario, condiciona las situaciones familiares, sociales e institucionales.

Un accidente cerebrovascular posee un amplio abanico de síntomas, muy variados en función del área cerebral afectada. Desde puramente sensoriales a puramente motores, pasando por los síntomas sensitivomotores. Los diagnosticados con mayor frecuencia son los siguientes:

- Pérdida de fuerza en un brazo o una pierna, o parálisis en la cara.

- Dificultad para expresarse, entender lo que se le dice o lenguaje ininteligible.

- Dificultad al caminar, pérdida de equilibrio o de coordinación.

- Mareos, dolor de cabeza brusco, intenso e inusual, casi siempre acompañado de otros síntomas.

- Pérdida de la visión en uno o ambos ojos.

Un añadido a estos problemas físicos, hasta un 50% de las personas que sobreviven a su ataque cerebral sufren depresión durante los primeros años. A pesar de esto, en la mayoría de los casos se omite el diagnóstico, lo que repercute negativamente en el paciente.

Numerosos cuadros de ACV de baja intensidad y duración, pasan de forma inadvertida por lo anodino de la sintomatología. Son estos síntomas menores los más frecuentes, teniendo una gran importancia, porque ponen una alarma de la patología subyacente de una forma precoz.

Tras el ACV se requiere de un programa de rehabilitación interdisciplinaria que provea una asistencia integrada para las personas que han sobrevivido a un ataque cerebral, atendiendo tanto los aspectos motores como los relacionados con el habla, los trastornos visuales, las actividades de la vida diaria y las secuelas incapacitantes. Otro grupo que se ve afectado tras esta enfermedad son los familiares y amigos de la persona, los cuales requieren de orientación sobre la mejor manera de acompañar a la persona que se está recuperando de su ataque cerebral. Esto fundamentalmente porque, ante la incertidumbre y angustia en la que se encuentran, pueden actuar obstaculizando el proceso de rehabilitación.

Lo fundamental para poner todo de nuestra parte a la hora de intentar evitar el ACV es controlar los factores de riesgo asociados; fundamentalmente, son la tensión arterial, el colesterol y la diabetes, evitar tabaco y alcohol y llevar una vida sana: ejercicio físico, dieta saludable rica en verduras, frutas, proteínas y grasas poli-insaturadas (EPA, DPA, DHA), con poca sal y evitando elevadas cantidades de grasas saturadas y carbohidratos (azúcares y harinas).

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