jueves, 21 de noviembre de 2013

Anatomía del aparato respiratorio

Para comenzar con el aparato respiratorio haremos una pequeña introducción acerca de su anatomía ya que es imprescindible conocerla para poder comprender lo que ocurre en cada enfermedad.

El aparato respiratorio se encuentra en el tórax y lo podemos dividir en dos partes:
   -  Porción conductora
   -  Porción respiratoria

La porción conductora está constituida por aquellos conductos que llevan aire. Son: la cavidad nasal y senos paranasales, la boca, la nasofaringe, la faringe, la laringe, la tráquea, los bronquios primarios que son dos, uno derecho y uno izquierdo, los bronquios secundarios, los bronquiolos y los bronquios terminales

La porción respiratoria es aquella que está formada por los bronquiolos respiratorios, los conductos y sacos alveolares y los alveolos. Además existen varios músculos esqueléticos que participa en la respiración.

Los pulmones de los humanos son rojizos y de forma piramidal y ocupan gran parte de la cavidad torácica. No son simétricos por completo, en el pulmón derecho se distinguen tres lóbulos y en el izquierdo dos, el cual presenta una cavidad donde se alberga el corazón. En el medio de cada uno de ellos está la raíz del pulmón, que une el pulmón al mediastino o porción central del pecho. La raíz está constituida por las dos membranas de la pleura, los bronquios, las venas y las arterias pulmonares. Los bronquios arrancan de los pulmones y se dividen y subdividen hasta terminar en el lobulillo, la unidad anatómica y funcional de los pulmones. Las arterias y las venas pulmonares acompañan a los bronquios en su ramificación progresiva hasta convertirse en finas arteriolas y vénulas de los lobulillos, y éstas a su vez en una red de capilares que forman las paredes de los alveolos pulmonares. Los nervios del plexo pulmonar y los vasos linfáticos se distribuyen también de la misma manera. En el lobulillo, los bronquiolos se dividen hasta formar los bronquiolos terminales, que se abren al atrio o conducto alveolar. Cada atrio se divide a su vez en sacos alveolares, y éstos en alveolos.

Los principales centros nerviosos que controlan el ritmo y la intensidad de la respiración están en el bulbo raquídeo (o médula oblongada) y en la protuberancia anular (o puente de Varolio) del tronco encefálico. Las células de este núcleo son sensibles a la acidez de la sangre que depende de la concentración de dióxido de carbono en el plasma sanguíneo. Cuando la acidez de la sangre es alta, se debe, en general, a un exceso de este gas en disolución; en este caso, el centro respiratorio estimula a los músculos respiratorios para que aumenten su actividad. Cuando la concentración de dióxido de carbono es baja, la respiración se ralentiza.

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