Lo que ocurre en esta enfermedad es que se
produce una pérdida progresiva de elasticidad, que hace disminuir el diámetro
de los bronquios y bronquiolos de entrada y salida a los pulmones, dificultando
así la salida de aire y quedando éste retenido. La pérdida de elasticidad
también afecta al tejido pulmonar; aumenta de forma progresiva la dilatación de
los alvéolos y sacos alveolares, lo que favorece la retención de aire. Esta
retención creciente produce una disminución del volumen eficaz del aire
inspirado y espirado. Los pulmones aumentan de tamaño y se acaba produciendo el
característico “tórax en barril”. Las alteraciones del árbol bronquial desencadenan
síntomas similares a los del resfriado común o a los del asma. Los pulmones
llegan a ser insuficientes para proporcionar a la sangre el oxígeno necesario
para los tejidos corporales; para compensarlo el corazón aumenta su frecuencia
y fuerza su ritmo de trabajo. El exceso de dióxido de carbono en la sangre
confiere un color azulado (bronquitis) o rosáceo (enfisema) a la piel del
paciente.El deterioro pulmonar del enfisema es permanente e irreversible, pero se pueden tratar sus síntomas y conseguir un cierto aumento de la capacidad respiratoria. La abstención absoluta de fumar es esencial, y el cambio de trabajo o residencia son necesarios si la contaminación atmosférica agrava la situación. Deben indicarse broncodilatadores, fisioterapia respiratoria y antibióticos profilácticos. La terapia suele tener éxito cuando se inicia en las etapas iniciales de la enfermedad.
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