El
sodio es un electrolito muy importante ya que participa de forma activa en
varios procesos del metabolismo celular. Está presente en la transmisión del
impulso nervioso mediante la bomba de sodio-potasio, en la contracción muscular,
en el equilibrio ácido-base y en la absorción de nutrientes por las membranas.
Además ayuda a mantener el volumen y la osmolaridad.
En
condiciones normales el sodio en sangre tiene que encontrase en unos noveles
entre 135 y 145 mEq/L. En el caso de que la concentración de sodio supere estos
valores nos encontraremos ante una hipernatremia. Si por el contrario lo que
hay es un defecto de sodio lo que se produce es una hiponatremia.
Hipernatremia
Este
es el caso del exceso de sodio. Las principales causas son una pérdida excesiva
de líquido (debido a fiebre, sudoración excesiva, ascitis, diarrea, quemaduras
o pos uso de diuréticos) y una ganancia demasiado elevada de solutos que
contengan sodio (ingestión de fórmula hipertónicas o mediante sobrecarga
intravenosa de las mismas). En resumidas cuentas, se pierde más líquidos que
solutos, entre ellos el sodio, lo que provoca un aumento de su concentración.
Estos casos se dan en traumatismos craneoencefálicos, neurocirugías
hipofisarias, alteraciones de otros electrolitos, uso de fármacos (diuréticos)
y en diabetes insípida.
Los
principales síntomas de una hipernatremia son: irritabilidad, inquietud,
disminución de los reflejos, debilidad, cefalea, disminución de la presión
arterial, deshidratación e hipovolemia (mucosas y lengua secas) y clínica
hipervolémica por ganancia de solutos (hipertensión, derrame pleural,
edemas...).
El
tratamiento consiste en la corrección del déficit de agua mediante la reducción
de las pérdidas continuas de agua (diuresis) y las pérdidas insensibles
(ventilación mecánica, fiebre). Además serán de ayuda las soluciones
hipotónicas.
Hiponatremia
Ahora
trataremos el caso contrario: el déficit de sodio. Esta alteración es muy
típica en pacientes que se encuentran hospitalizados. Se puede deber a un
aporte excesivo de líquidos hipotónicos, a una retención excesiva de agua (fallo
renal en síndrome nefrótico, cirrosis hepática…) y a una pérdida excesiva de
sodio (deshidratación, vómitos, diarrea…).
Los
principales síntomas de esta alteración son la confusión, el letargo, las
convulsiones, la cefalea, la depresión… y todos ellos son debidos a un edema
cerebral.
El
tratamiento pautado para estos casos es la restricción de líquidos y favorecer la
eliminación de líquidos.
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